• Licenciada en Filología Hispánica, Universidad Autónoma de Madrid, 2007.

  • Profesora de Español L2

  • Profesora en ESO y Bachillerato (Lengua y Literatura Hispánicas, Cultura Clásica, Diversificación en Ámbito Socio-Lingüístico)

  • Certificación en Disciplina Positiva para Aula (Positive Discipline Association)

  • Cofundadora de EI Ellaluna y Ellaluna American School

  • Primer premio (ex aequo) XVI Concurso de Cuentos de la Universidad Autónoma de Madrid, 2007, con el relato «La memoria».

  • Ilustradora autodidacta

Cuando pienso en el significado denotativo de la expresión «bala perdida» me siento muy identificada con la idea de un trazado sin objetivo cumplido: allí donde hubiera debido estar el blanco o pensé que estaría, en realidad no había nada. No es una queja, es la constatación de que el mero ejercicio de la voluntad, aunque ésta sea meditada y consciente, no es suficiente. A veces lo que deseamos y lo que necesitamos no son la misma cosa y discernir lo segundo es una construcción personal y colectiva que lleva toda la vida, entre otras cosas porque hacer un análisis honesto de quiénes somos y de cómo podemos crecer no es sencillo y se topa con múltiples representaciones de la realidad que se solapan, se enfrentan, nos tensionan.

De manera que erré el tiro algunas veces y la vida me movió la diana otras y esas balas que se perdieron me ayudaron a encontrarme y fueron constituyendo hitos que me demostraron que mi equilibrio reside en la conciencia de mi naturaleza proteica y en la humildad y generosidad de darle cauce. Escribo, igual que pinto, igual que enseño, porque siento esa naturaleza en constante búsqueda y transformación como una necesidad básica que nace de mis capacidades y mis limitaciones; porque son los lenguajes en que percibo el mundo con más claridad y a su vez porque son herramientas que me ayudan a descomponerlo y tratar de comprenderlo; porque siento un torrente que se tiende entre la razón y la emoción y necesito darle cauce; porque reconozco el imperativo de devolver, tejido, el mimbre que me construye. Y porque me gusta el juego, la mirada tangencial que descubre la esencia de las cosas, advertir una estructura emocional y nombrarla, extrañar para reconocer; porque me gustan las palabras y cómo se relacionan para alumbrar u oscurecer.

Dicen por ahí…

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