Jardín seco

Hace ya muchos años estuve yendo regularmente a Cuenca en el contexto de un congreso de literatura que organizaba mi universidad. Cada vez visitaba el Museo de Arte Abstracto Español que hay allí, al final del puente que sortea el barranco por el que circula el río. En ese tiempo rescaté también de una caja que nadie quería en una verbena benéfica un libro sobre el movimiento de El paso. Ambas experiencias, el museo y el libro, cambiaron inevitablemente mi manera de mirar el mundo y el arte y construyeron sobre los cimientos de mi consustancial capacidad de asombro una manera nueva de visitar, observar, concebir.

Fui el 1 de octubre de 2019 a la presentación de Jardín seco, un libro de poesía de Samir Delgado (poeta y crítico de arte) dedicado a la pintura de Fernando Zóbel, fundador de aquel museo. Samir me pareció un hombre con la inquietud de un niño nombrando el mundo descubierto; me impresionó su capacidad para conjugar una energía contagiosa con la magnética profundidad de una poesía exacta y simbólica al mismo tiempo, que impacta en la raíz de la emoción.

Me encanta pintar. Me encanta Zóbel. No pude esperar al día siguiente para leer el libro. Es verdad que la poesía en general no es algo que leer de forma continuada, porque una experiencia tan resonante, tan evocadora, tan emocional, satura nuestra mente de información a todos los niveles. Pero al empezar a leer me encontré ante un espejo, y la sensación de comunión en la manera de entender la transformación de la vida en una imagen plástica, la forma de describir el color como emoción y también como reflexión y pensamiento, la sensación de estar ante los cuadros de Zóbel, íntimamente y a través, sin embargo, de otros ojos, me llevó de una página a otra sin solución de continuidad.

Hay algo narrativo en esta poesía, pero no parece seguir el curso del tiempo, sino de la memoria admirativa y de la contemplación. El lenguaje, preciso, revela la belleza de usar las palabras honestamente. Ahora vendrá el tiempo de disfrutarlo con calma.

Lo edita y publica Bala Perdida, con los preciosos diseños de portada a los que Emilio Torné acostumbra; el prólogo de Alfonso de la Torre abre el volumen.

Maravilloso.